Hola mundo.
En la semana Salí con mi hijo, a un viaje de dos noches con la moto, en la zona de la sierra gorda. Un grupo que no conozco me invito. Bueno, conozco a una en el grupo. Ella me invito, pero a los demás no conocía.
Mi relación con salir a rodar en grupos es similar, a cómo fue mi relación con McDonald hace 15 años más o menos. En esa época, comía big mac una vez al año, para recordar porque no me gusta. Cuando la memoria fijó bien, hace 15 años, paré de comer esas cosas por vida. Parece que mi memoria al respecto del rodar en grupo no ha fijado todavía jaja.
La razón que no me gusta salir en grupo es muy simple. Cuando sales a rodar, muchas cosas pueden pasar. Existe la probabilidad de fallas mecánicas, llantas que se ponchan, perdidos de equipo y más. Vamos decir que la probabilidad que algo mal va a pasar en un viaje de moto, lo que incluye trayectos largos de terracería con piedras filosas, bajadas fuertes y otras sorpresas, es de 10%. Entonces, si sale un grupo de 10 motos, estadísticamente, seguro que algo mal va a pasar. Y eso es lo que no me gusta.
La estadística es una ciencia precisa e impresionante. Sin embargo, en este viaje superamos la matemática, por una energía que creamos sin pensar al principio del viaje. Lo que nos afectó tremendamente.
Todo empezó en el punto de reunión. Quedamos a las 10am, enfrente del Popeye sobre la autopista en la salida hacia a Querétaro. Yo no sabía el plan. Lo que entendí de mi amiga, es que solo vamos a parar en un Oxxo en el camino, antes de despedir la civilización. Sabía que me va a costar dos horas de manejo en tráfico para llegar al punto de reunión, entonces preparé tortas gourmet bien cargadas para mi hijo y a para mí. Llegamos media hora antes y desayunamos rico hasta que juntaron los otros. A las 10:15 faltaba solo mi única conocida. El líder del grupo, decide que no la vamos a esperar y que llegando al restaurante para desayunar, ahí luego luego, la vamos a pasar la ubicación. Y bueno, la mandaron mensaje que así será.
En el camino inventé la frase: En México, todo camino a un objetivo, pasa en un restaurante, al mínimo si el objetivo es una restaurante.
La tardasona llego al punto de reunión, 5 minutos después que partimos. Leó el mensaje e intento adivinar adonde fuimos equívocamente, lo que provocó, que tenía que pasar la misma caseta 3 veces hasta que llegó al restaurante, en donde el grupo casi terminó a desayunar.
Puede imaginar cómo estaba enojada y frustrada la señorita. Muy enojada.
Lo que tuvimos que hacer en este momento del desayuno, antes de empezar el viaje, es una ceremonia de paz con pipa y tabaco, para limpiar el efecto. Pero nop. Subimos a las motos y dejamos atrás el restaurante y la estadística. Solo llevamos con nosotros la energía des invitada. Así que nada salió bien.
Llanta ponchado, maleta que voló (la encontramos), nos perdimos en el camino de entre de nosotros y llegamos tarde al lado equivocado del manantial. En el día siguiente fuimos a acampar en un lugar mágico. Un mirador llamando cuatro palos, en la sima de la sierra gorda. Pero no. Llegando allá en el fin del día, la comunidad local no nos dejaron entrar. Porque sí. Tampoco fue fácil encontrar alternativas. En este punto separé del grupo. Tuve que regresar a casa en el día siguiente por un compromiso y decidí rodar otras 2 horas hasta Tequisquiapan. Allá quedamos mi hijo y yo, en la casa de amigos muy cercanos.
Sé que en el día siguiente, los problemas del grupo no pararon.
La cábala nos explica, que el creador da luz constantemente al universo. Nosotros somos los recipientes para esta luz. La luz divina es una energía fuerte. Puede iluminar tu vida y convertir en abundancia, o te puede quemar hasta la mandarina. El enojo es un estado que recibe la luz divina en forma de fuego. El amor es el estado que recibe la luz en su forma más brillante y llenadora.
Todo depende de ti.
Hasta la próxima, Yaron.
Aaa, solo para aclarar. Shamaim y yo disfrutamos el viaje en una manera completa. Fue hermoso. No nos importaba que lleguemos al lado equivocado del rio. La gente del grupo fueron maravillosos, cada uno en su manera. También en el día siguiente, llegar con los amigos en Tequis fue una sorpresa buena e importante para mi hijo y para mí. El disfrutó otros dos días allá por un oportunidad y yo, logré ser una herramienta, para que la luz ayuda a mí amiga. Ella justo desarrolló un problema de salud algo severo.
Y ahora sí, hasta la próxima.