Hola mundo
Desde que regresé a usar la bicicleta, hace unos meses, me encontré con un enigma que apenas estoy empezando a entender.
Desde joven, la bicicleta fue como una extensión de mis piernas, rodaba con ella en todo Israel, en donde se podía y en donde no también. Hay mucha diferencia entre rodar bici en México o en Israel. creo que una de las diferencias mas grandes es por los perros.
En mi origen los perros tienen dueños, los dueños tienen responsabilidad y la responsabilidad tiene una ley que se aplica. Quiere decir que cuando andaba con bicicleta en las calles o en la naturaleza, no me encontraba con esta especia de animal como se encuentra aquí en México.
Vivo en Tepoztlán, que muchos la llaman Perrozltan. Si bajas de mi casa hasta el pueblo, tienes que manejar con cuidado para no atropellar perros, los que le gustan asolear sobre el asfalto. Perros bravos corren atrás de los coches y más las motos, ladrando con furia. En las noches es peligroso caminar en unas colonias por el terror de las bandas de perros que ya hubieron casos de ataques. Aquí es una costumbre caminar con palo o piedra en el mano para que no te muerdan.
Parte de este fenómeno es la culpa de los dueños de esos perros y parte es del gobierno que no regula y controla a los perros silvestres, pero también las víctimas tienen la culpa. Por ejemplo: el perro negro de mi vecino Roberto (es un nombre inventado, su verdadero nombre es José Luis) mordió la novia de mi otro vecino hace unas semanas. Ahora la chica tiene una herida y dos cicatrices. Una en su pierna y otra en su alma. Sin embargo, a pesar de que necesitó atención medica y a fuerza se levantó acta por lo que pasó, no se aplicó la ley. En Israel, Europa o estados unidos, caso como eso, y la victima puede vivir varios años sin trabajar por el dinero que recibiera como recompensa. Aquí, el negro del Roberto sigue suelto como un arma callejera porque nadie fue a demandar al dueño. Que interesante.
Perro bueno, gracias a la comunidad mexicana de esas maravillosas creaturas, descubrí un enigma que apenas estoy empezando a entender.
La mayoría de los perros que corren atrás de mi moto con todo el enojo del mundo, me ignoran totalmente cuando voy con la bicicleta. Me miran a los ojos, aburridos, y siguen con sus cosas. Al principio pensé que es porque con la moto no me reconocen. La vista no es el sentido mas fuerte del perro y yo en la moto, con botas, traje completo y casco, me veo mas como un animal extraño, lo que tienen que atacar.
Entonces inventé un experimento. Salí a una vuelta pequeña con mi moto, vestido solo con un short. Sin casco, sin guantes, nada. Casi desnudo ¿Y que creen? Los perros siguieron con su mal habito y no le importaban nada mi nueva moda.
Entonces pensé que quizá es por el ruido fuerte que genera el motor de la moto, lo que los vuelven locos. Al fin, el oído es el sentido mas fuerte del perro ¿verdad? Así que intente otro experimento. Salí con la moto de mi casa y bajé los siete kilómetros hasta el pueblo con el motor apagado. Volando en neutral, la moto se corta el aire en total silencio, igual como la bicicleta ¿y que creen? Tampoco hizo gran diferencia. Los perros corrieron atrás de mi, intentando de morderme como siempre.
Esta semana me toco llevar mi camioneta a Cuernavaca para cambiar los neumáticos y otras cositas. Se me ocurrió dejar la camioneta en el taller y regresar con la bicicleta. De regreso tomé la federal y lo que me paso en el camino fue extraordinario de verdad.
Salí del taller, crucé la autopista y pronto dejé Cuernavaca atrás de mi. Rodé solo unos minutos, hasta que de repente vi el primer perro en mi camino. Fue un perro macho, grande, un callejero con ascendente de pastor alemán mezclado con quien sabe que. El perro estaba acostado en la grava, a pie de la carretera, cerca a los puestos de carnitas, chicharrón y otras delicias locales que huelen a vomito frito. Mis llantas pasaron medio metro frente de su nariz y yo, por curiosidad, mire en el retrovisor para ver su reacción. El perro se levanto, medio flojo, se estiro y cruzo la calle así al otro lado, allá se empezó a correr paralelo a mi. Ya no necesitaba mirar en el espejo porque el callejero se adelanto.
¿a donde va este perro? pensé y seguí en mi camino olvidándolo. Unos kilómetros mas y la carretera se empezó a inclinar, forzándome a bajar la velocidad. El paisaje se abrió de repente y en frente de mi, lejos, pude ver las montañas tan mágicas de Tepoztlán con los campos verdes manchados de arboles, que se deslizan a los lados hasta las casas que se empezaron a alejar atrás de mi. En eso, noté que el perro negro sigue en mi dirección. Lo noté porque se le ocurrió cruzar la calle de nuevo y a hora estaba acompañando me, pegado a mi bici, como si fuera mi perro de nacimiento. Eso si es raro, pensé.
Calculo que me acompañó casi diez kilómetros. En un punto se paró y desapareció. Por un segundo sentí una soledad, de esa que se siente cuanto se va un compañero. No pasaron ni cinco minutos de pedalear y como de la nada vi que atrás de mi, medio caminando medio corriendo, esta un perro mediano de color café. No pude notar si es macho o hembra ni su raza porque nunca me rebasó. Este cafecito me acompañó casi hasta la entrada de Tepoztlán e igual como el otro se desapareció.
Subiendo a mi casa, me encontré con otro perro café, un macho enorme y precioso. Lo conozco. El nunca falla, siempre corre enojado atrás de mi moto ladrando como loco. Esta vez, igual como los otros, empezó a compaña me en la subida. Y que subida. Son 4.5 km de subida fuerte. El perro estaba caminando y esperando me, mirando y oliendo mi sudor como quiere decir ándale, que lento eres viejo.
En los últimos 500 metros me dejó porque empezó a llover tan fuerte, que llegue a casa mojado hasta mis calzones. Que bueno que cargué el celular en mi cangurera impermeable de Givi.
En la regadera vi en mi imaginación el viaje de Cuernavaca a Tepoztlán. Los perros que me acompañaron, los otros que corrieron atrás coches y motos en el camino, los olores, paisajes y de repente lo entendí.
Lo que pasa es que los perros, cuando se ven un vehículo con humano, se hacen un promedio de entre los dos. Si la mayoría es humana, lo tratan como humano, pero si la maquina agarra mas volumen, se tratan al humano en su maquina como maquina. Así de simple. No es pregunta del ruido ni de aprecio.
Meditando, entendí que no solo los perros son así. Nosotros poseemos la misma habilidad aun sin conciencia. Nuestra alma esta de entro de un vehículo, el cuerpo. igual como los perros, cuando estamos conociendo otras personas, automáticamente estamos haciendo un promedio de entre el alma y el vehículo. Si el vehículo en el promedio es mas grande.
Nos hace ladrar.
Hasta la próxima, Yaron.