Hola mundo
Unos de mis primeros memorias cómo niño (de bebé tengo muy pocas) es la relación frustrada que tuve con mi ropa. Cómo sufrí. Todo tenía que ser perfecto. Las mangas dobladas de la camiseta, tenían que ser perfectamente igualitos. La manera que la playera estaba metida en el pantalón, los zapatos limpios y brillante, sin apretar pero tampoco flojos. Y cómo nunca la ropa es perfecta. Especialmente después una hora de usar la, me enojaba mucho, lloraba y no quise ir a ningún lado.
No recuerdo en qué edad lo superé. Sé que en edad de trece, ya pude caminar con mi novia en Tel Aviv descalzo y con ropa bohémica de segundo mano, media rota, sin problema. Puede ser que es un mecanismo del cerebro, dejar luchar con lo imposible en el mundo, y en lugar de intentar controlar lo que está afuera, cambiarte del entro para poder aceptar una realidad, lo que te afecta, lo que es difícil, o simplemente injusto de cambiar. Sin embargo, parece que este mecanismo funciona diferente con cada individuo.
Cuando entiendes que para no sufrir de las mangas chuecas de tu camiseta, o de un conductor imbécil que cruza tu carril, o de un aburrido que hace ruido en la calle a las tres de la madrugada bajo de tu ventana, cuando entiendes que todos esas infinitas problemas de la vida tienen un solución, lo que se llama flexibilidad interna, logras conseguir el paz interior, sonreír y estar feliz para siempre. Sin embargo, puedo notar que mucha gente enoja manejando por ejemplo. Así que parece que el asunto no es tan fácil cómo lo pensé.
La flexibilidad interna es un lado de la superficie de una pelota, que su otro lado es el control. Más grande es el control, más pequeña es la flexibilidad. El control puede volver cómo un océano en esa pelota, dejando solo unas islas de paciencia. Además, este océano de control no siempre es tranquilo. Fácil agarra tormentas que cubren las islas totalmente. De otro lado, cuando la flexibilidad cubre la pelota, la paciencia es tierra firme y el control son unos charcos pequeños. Ningún viento es una amenaza.
Conozco personas que su poder de control es tan alto, hasta dan flexibilidad externa a su propio cuerpo. Sin embargo conozco personas con un flexibilidad interna tan grande, que su cuerpo vuelve flexible aun no hacen mucho al respecto.
Mucha gente tiene un potencial enorme de tener flexibilidad interna, pero son controladores por su poder mental. Aprender ser flexible es parte de su tarea en esa vida. El cuerpo es un reflejo del alma. Más flexible naturalmente es, más flexible es el alma. Una persona que es controlador, que siempre intenta de moldear el ambiente, pero de otro lado tiene flexibilidad corporal natural, es una persona con mucha suerte, porque muy pocos llegan a entender tan fácil que es sus tareas en esa vida.
El control te da un poder que tienes que aplicar cada vez para ajustar el mundo a tus necesidades, mientras la flexibilidad te da el poder, para no necesitar hacer lo.
Recuerdo un cuento de mi infancia, sobre dos árboles que crecieron uno en el lado del otro, cerca de la playa. Un árbol creció fuerte y alto. Su tronco tenía diámetro enorme. Necesitaba 10 personas para abrasarlo. Sus ramas fueron tan macizas, que las ardillas pudieron llegar hasta lo más extremos sin caer. El otro árbol fue alto también, pero nada fuerte cómo su vecino. Cualquier viento lo movió, lo que dio mucha risa a su amigo, el árbol fuerte.
Un día manifestó del mar una tormenta con vientos muy fuertes. Cuando el viento llegó a cien kilómetros por hora, el árbol delgado ya estaba doblado paralelo al piso, comiendo arena. Pudo oír la risa de su vecino. El viento subió todavía mucho más. Tanto, que no se pude oír nada. Después un día, cuando salió el sol de nuevo, levantó el árbol flexible y notó que el árbol fuerte no está. El viento llegó ser tan velos, que lo rompió en pedacitos, los que volaron lejos. Solo quedó la base sangrando.
La flexibilidad es la fuerza.
Hasta la próxima, Yaron.