Hola mundo,
No sé cómo es en otros partes de la república, pero en mi zona, es una costumbre, que las escuelas privadas salen a un campamento en los últimos días, antes de las vacaciones. Normalmente el destino es un balneario grande tipo “los manantiales”, porque la playa es demasiada lejos.
Al principio pensé no salir con mis criaturas. Primero porque estoy recién separado de su mama, lo que decidió salir al campamento si o si. Segundo, cómo el destino es un balneario, y yo con mi muñeca operada no puedo entrar al agua ni asolear me demasiado, no vi el sentido. Solo que Orlin, al escuchar que no voy, me hizo esos ojos del gato con botas. Mi corazón se enmieló y decidí salir sip o síp.
En el fin del día reunimos en mi casa. Yo logré hornear por el evento pan con una mano y en la mañana llenamos la hielera con bebidas, quesos, jamón de pavo, huevos cocidos y el famoso pan. Casas de campañas, hamaca y un colchón lograron entrar también para acompañar la hielera en la cajuela. Así salimos a un balneario espectacular con el nombre “santa Isabel” que está pegado prácticamente a las Estacas. Aaa si, cómo no, mi mini estufa y café recién molido también.
Mis hijos son nuevos en esa escuela. Fue la primera vez que tuve la oportunidad de conocer los otros papas y niños de la escuela. En la noche convivimos en rededor de la fogata. Varios sacaron guitarras, tocando canciones mexicanos famosos que no conozco, mientras bailamos felices.
Desde mi accidente, me cuesta mucho las tareas cotidianas. A las nueve y media, máximo diez de la noche, pierdo la última gota de fuerza y me caigo en la cama bien adolorido. Este primer día del campamento no fue nada cotidiano. Preparar el coche en la mañana, manejar, instalar la casa de Campania, preparar comida y acompañar a los niños fue una tarea fuerte. Claro, todo con la ayuda de la mamá de mis hijos pero aun, cuando la hora toco diez de la noche, me sentí cómo un humano y me separé del grupo. Acerqué a la fogata para absorber energía, cerré mis ojos y descansé por un minuto.
Cuando abrí mis ojos, encontré a David, el padre de la mejor amiga del Orlin, parado en lado de mí. Sin esperar, me preguntó qué es lo que me paso con mi muñeca. Al aparecer, él no sabía de la historia de mi separación, pero cuando terminé contarlo de mi accidente, se puso su mano en mi pecho, sobre mi corazón, me miro en mis ojos con una sonrisa, lo que me hizo entender que no tenemos que hablar más.
“practico la medicina china, la acupuntura, la homeopatía” me dijo después unos minutos de silencio. “yo la tailandesa” lo respondí. Quedamos callados en frente del fuego por otros minutos. Después me contó su historia. Cómo perdió su mujer por los ángeles, cómo se rompió su corazón y cómo se descubrió un remedio impresionante para curar y poder regresar a la vida de la tierra. Me contó sobre el veneno de la viuda negra en el servicio de la homeopatía.
Cuando regresé a casa, me quedé muy sorprendido de la poca información que existe sobre el uso medicinal de este veneno. De hecho, usando Google, no medio ningún pista. Solo cuando pregunté el AI (inteligencia artificial) logre llegar a la información que busqué.
Parece que el veneno de esta araña es uno de los más complejos y venenosos que existen. Contiene 86 tipos de proteínas únicas, de forma molecular pesada y acida, lo que lo vuelve muy peligroso para usar cómo medicina. En lo que investigué, se muestra un efecto poderoso contra una lista larga de maldades tipo migrañas, problemas en el sistema nervioso, ansiedad y más, con un aviso de: piensas dos veces antes usarlo.
Pero lo que me contó David, que si lo usó por un mes, es que de un estado deprimido, sin ganas de vivir, se regresó de ser una persona alegre, cómo fue antes de su tragedia. Un proceso de un mes que tenía tres escalones. El primer efecto apareció después tres días, el segundo en dos semanas desde que se empezó a tomar el medicamento y el último en un mes más o menos.
Yo no estoy en estado deprimido en ninguna manera. Mi nombre, lo que significa la alegría divina, me protege me imagino. Pero si soy curioso cómo un gato (si, si, conozco el dicho). Voy a buscar este remedio para ver qué tan bueno es y te lo contaré mi querido mundo.
Hasta la próxima, Yaron.