Hola mundo
Sabes, no soy tanto de dulces. Sí, me gusta un buen chocolate. También helado de alto calidad es bienvenido. Pero normalmente, los postres, los dulces, no me atraen.
De esa familia, de las cosas dulces, lo menos que me gusta son las gomitas. Unas mezclas pegajosas, gracias a las uñas y los huesos molidos (la grenetina), lo que conecta azúcares, colorantes y otros químicos venenosos, hechas por el ángel de los dentistas. Pero lo que más me rechaza, son esas gomitas negras horribles que se llaman Lakritz (Regaliz). Buá, guácala, te dejan en la boca un sabor espantoso de hule quemado y dulce con un toque de pescado podrido, por horas.
Hace poco, fui invitado a una cena en la casa de mi cuñada. Sus padres compraron en Switzerland una caja bonita llena con pelotas de chocolate con vainilla, cubiertos con capa muy fina, super delgada y crispi de pasiflora. Esas pelotitas de diámetro de casi dos centímetros, estaban en camino al bote de basura, todavía en su caja origina que ya no estaba sellada, porque Avi, el padre de mi cuñada, al probar la primera pelota, descubrió que están rellenas con otra pelota. Una pelotita más pequeña hecha de gomita de Lakritz.
Yo, viendo este producto de supremo calidad y con mi infinito curiosidad, no pude aguantar y probé una pelotita. Al morder la, sentí lo mismo cómo en la película del ratatouille, cuando el ratoncito se prueba la mezcla del hongo y queso, primera vez en su vida. Esa capa delgada de pasiflora algo acido, lo que se mezcla con el chocolate blanco con vainilla, todo orgánico, autentico, hecho en suiza, fue una locura. En los primeros segundos logré evitar sentir la explosión del Regaliz que estaba en el centro de esta fiesta, pero esos segundos divinos pasaron y poco a poco, el sabor del Lakritz tomó mas y mas potencia, hasta que me dejo temblando mientras corría a lavar mi boca.
Obviamente, no dejé que se tiran éste producto sadomasoquista a la basura. Lo reconocí como una obra de arte y decidí gustar lo.
Aprender gustar un sabor nuevo, aun feo, es algo fácil. Todos lo estamos haciendo. El café, la cerveza, los quesos añejos y mas, todos son sabores terribles que aprendimos a gustar. Nuestro cerebro no puede convivir en un conflicto. Si estas comiendo algo que no te gusta, dos cosas pueden pasar. Uno es que no lo vas a comer y el otro es, que tu cerebro, por no poder soportar el conflicto, se va hacer el cambio para que si te lo vas a gusta. De hecho, muchos mecanismos en el mercadotecnia funcionan base a este fenómeno. Es suficiente si durante diez días, cada día vas a comer lo mismo que no te gusta, para que en el días once, vayas a decir que rico lo es.
Sin embargo, antes de violar mi propio cerebro solo por esa capa crispi que se mezcla divinamente con el chocolate, decidí investigar, para saber que es esa cosa tan rara, lo que divida la humanidad al dos, porque con el Regaliz, o que lo amas o que lo odias. Nadie está en la zona neutral ¿verdad?
Lo primero que descubrí es, que la mayoría de los dulces sabor Lakritz, no contienen esa planta, o más bien este raíz. Están hechos de extracto de anís con saborizantes, lo que se da un sabor muy similar. Lo segundo que descubrí es que el Lakritz es una raíz que fue masticando por muchos años por sus calidades sanadoras, hasta que lo convirtieron en un dulce. Tan poderoso es este raíz para nuestro salud, que inmediatamente empecé con el proceso y hoy día, escribiendo esas letras, soy un gran fun de este sabor. Me encanta tomar un pedacito de gomita de Regaliz con mi café. Es delicioso.
Lakritz refuerza nuestro sistema inmune en una manera significante por subir los niveles de interferones en el cuerpo. Un químico que nuestro sistema inmune produce para luchar contra el virus. también contiene antioxidantes poderosos que funcionan cómo estrógeno natural. El Regaliz funciona cómo el aspirina, ayuda bajan la calentura y quita dolor de cabeza.
Lakritz contiene Glycyrrhiza. Es una molécula que reduce los niveles de glucosa en la sangre y recupera la sensibilidad a la insulina.
es comprobante que se ayuda contra asthma, olor corporal, infecciones en la encía, depresión, gripa, tos, agruras, ulceras, dolores de garganta, tiroides, artritis y la lista es todavía larga. wow ¿verdad?
así es como me fue:
Día uno – horrible, espantoso, guacala
Día dos – horrible, espantoso, guacala
Día tres – horrible, espantoso, guacala
Día cuatro – horrible, espantoso
Día cinco – horrible
Día seis – no es tan rico
Día siete – no es rico pero interesante
Día ocho – interesante con sabores escondidos
Día nueve – no está nada mal
Día diez – wow, que rico, como puede ser que nunca lo entendí, que sabor exótico, wow
Si tu hijo no le gusta el brócoli por ejemplo, solo tienes que decir lo por diez días eso: “no lo comes. No tienes que comer alimento que no te gusta mi precioso hijo, pero si, ¡insisto que prueba una mordida pequeña!”.
Hasta la próxima, Yaron.