Buena noche mundo.
En un recuerdo de mi infancia, estoy parado en la cocina y un gato o gatita bebé se acerca a la ventana, así del campo. La pequeña criatura está bastante flaca y llora con un miau, rascando el vidrio de la ventana con su lado, cómo solo los gatos saben hacer. “Seguro tiene mucha hambre” le dije a mi padre, que estaba sentado en la mesa con su taza de café, leyendo el periódico. “Seguro” me respondió sin levantar su mirada.
Sentí como mi corazón se aplastó y lo pregunte si puedo dar algo de comer a este gatito. “nop” me respondió sin ningún interés. “Pero se va a morir de hambre y es solo un bebé”, reclamé.
Mi papa puso el periódico de lado y me dijo ven, siéntate aquí, apuntando sus piernas con su dedo. Me abrazo y me explicó: mira. Si no vamos a dar de comer a este gatito, puede ser que se morirá de hambre. De otro lado, si lo vamos a dar de comer, muy pronto se va a crecer y tener unos 7-8 bebes, flaquitos y pobres igual como el, los que se llegarán a esta ventana para pedir comida fácil. En caso que los vamos a alimentar, muy pronto se van a convertir en 30 gatitos. Va a llegar un momento en donde no vamos a poder alimentar a todos y docenas se van a morir de hambre, a hora sí. ¿Entonces? Que es más cruel, dejar un gatito luchar por su vida bajo las reglas de la naturaleza o involucrar y causar sufrimiento a muchísimas futuristas gato.
Este recuerdo de mi infancia me llegó, porque últimamente veo en muchos balcones y terrazas de casas y departamentos, este babero para alimentar a los colibrís. La gente, al poner agua dulce en este recipiente de plástico, creen que se están ayudando a los pobres pajaritos a sobre vivir y no entienden el daño que se generan al animal y al equilibrio ecológico.
Primero, dar comida fácil al colibrí, tiene el mismo efecto que mi sabio padre me explicó, pero además, afecta una cadena enorme en la naturaleza. Los animales que se esperan a este precioso pájaro para destripar lo, comer lo y llevar sus restos a sus bebes, se quedan sin desayuno, porque el pajarito anda chupando agua dulce en una terraza. Las flores que se están hechas en una forma especial para el largo pico del colibrí se quedan huérfanos. El mismo colibrí, en lugar de alimentar de un néctar nutritivo, se va a tener diabetes por su nuevo refresco y probablemente cáncer, por el plástico chafa del babero.
Nosotros cómo humanos no podemos “ayudar” a la naturaleza. El ecosistema está perfecto. Equilibrado. Las palabras “cruel” “bueno” “malo” son nuestra perspectiva chueca para juzgar procesos perfectos.
Podemos observar, disfrutar, reír y llorar, pero no podemos meter en nada. No cortar árboles, no echar basura al mar, no hacer experimentos nucleares.
Y no dar comida al colibrí.
Hasta la próxima, Yaron.