Hola mundos
Desperté temprano. Es cuatro cuarenta cinco en la madrugada. Tengo que estar aplastando mi primer paciente feliz a las ocho de la mañana y me gusta llegar con tiempo. En el respaldo de la silla en el baño, me está esperando mi ropa en el orden de vestir. No tengo que pensar, algo que de todos modos es imposible antes de tomar café. A las cinco y tres minutos ya estoy en la cocina preparando café en una taza roja con dibujo de una corona y la frase que dice “its good to be King” que bien es ser un rey estoy pensando, mirando la moto de la ventana que conecta la cocina con el estacionamiento. El rey del asfalto.
Mi cerebroe empieza a funcionar gracias al oro negro líquido que se penetra a mis células y de repente estoy consciente del tremendo frio de esta mañana. No. Así no puedo salir estoy pensando y cambié mi chamara a la otra, a esa que está hecha para frenar mi calor corporal y evitar que se pierde con el viento. Solo que no tome en cuenta que mi cartera se quedó en la otra.
Digo hola mundos porque el mundo se divide en dos. El mundo de los motociclistas y el mundo de los otros. Somos simplemente diferente raza, somos el homo ciclista.
Cuando dos motociclistas se cruzan, se saludan aún no se conocen. Puede ser manejando en velocidad alta o en el semáforo, se saludan como si fueron amigos de la secundaria. Cuando dos homo sapiens llegan con sus coches a un crucero, luchan quien va a ganar para pasar primero. Se cierran, se tocan el claxon para ser primeros. Por el contrario, cuando dos homo ciclistas se llegan juntos a un crucero, cada uno ceda el paso para el otro. Los homo ciclistas, tenemos un sentido común y una conciencia de raza que nos unen y nos hacen amigos y amigas aun nunca conocimos.
Pasé tres marías justo cuando se empezó a amanecer. En una curva pude ver el sol subiendo en mi espejo mientras la luna llena estaba enfrente de mí. El escenario fue tan impresionante que tenía que orillar para tomar esta foto.
Qué bueno que cambie la chamara. En la altura de 3150 metros camino a la ciudad, la temperatura se bajó hasta un grado Celsius, y también este grado estaba bien escondido. Llegando a la caseta me enfrente con mi error. No tuve ni un peso para pagar. Por suerte, llego un hermano de raza, un homo ciclista con su moto justo atrás de mí. Lo señale que no tengo dinero para la cuota. Fue suficiente. Me rebaso y pago por los dos. Cuando pedí sus datos para poder regresar mi deuda, se rio y respondió “hoy me toco y un día te va a tocar” así separamos cada uno a su camino, para siempre. No sé quién fue y nunca lo voy a reconocer.
La verdad es que no somos una raza diferente. Todos los humanos somos iguales. En estados unidos por ejemplo, si un ciudadano baja del pavimento y pone un pie en la carretera, inmediatamente el conductor se para, aun de lejos, para respetar y dejar a la persona cruzar con paz. En México, si no vas a respetar a los coches al cruzar una carretera, probablemente te van a atropellar. Pero eso no es porque el gringo es una mejor persona o una diferente raza. Eso es porque el gringo se muere de miedo por la ley, sabe que si se va a atropellar, hasta los sentimientos de alguien, lo van a demandar y toda su vida pasara pagando su error.
Todos los humanos somos igualitos, solo que estamos actuando diferente cuando estamos atrás de paredes o capas y diferente cuando estamos expuestos. El mismo conductor mexicano asesino, cuando se entra a un restaurante, saluda a todos con la palabra provecho y con una sonrisa amable.
Lo que hace la diferencia de entre el mundo de los motociclistas y de los otros es que somos expuestos. Estamos viendo uno a otro como humanos y no estamos escondiendo en una caja de metal.
Más lejos somos uno a otro, mas violentes somos. Desde los autos en donde la gente está atrás de paredes de metal, armados con volante y un claxon y hasta los presidentes en sus castillos, totalmente asolados del mundo y armados con un ejército completo.
La solución de todas las guerras es simplemente ponernos juntos, sin los caracoles, sin capas o paredes. Eso funciona de entre la pareja, en la carretera y entre países.
Dicen que pronto, en lugar de celulares, vamos a tener lentes inteligentes con una pantalla virtual así en el horizonte. Cuando vamos a estar cerca a otra persona que tiene esta tecnología, vamos a poder ver en la pantalla quien es, como se llama, y otros datos que la persona permitió el acceso. Esos lentes futuristas tienen la habilidad de romper las paredes que hoy tenemos manejando un coche en la carretera o un tanque en la guerra. Si van a poder enseñar sentimientos, hasta de entre de una pareja llegara el paz.
Amen.
Hasta la próxima, Yaron.