Hola mundo
Perdón que no publiqué el domingo pasado. Estuve saliendo de mi cocón. Todavía estoy secando mis alas en el sol, mirándome en el espejo cósmico sin conocer la criatura que se refleja en frente de mi, pero ya puedo escribir:
No soy racist. Amo todas las fiestas. Es por eso, que cuando llegué a México, paralelo a Januca (una fiesta judía que aquí la llaman Hanuca de una razón raro), participé también en la fiesta de Navidad, lo cual normalmente cae en las mismas fechas.
Navidad para mí, es una fiesta agradable, en donde todos reciben regalos de todos, bajo de un arbolito artificial decorado con lucecitas. Todos los invitados reciben regalos, aparte del pobre pavo. El recibe de mí parte, normalmente, dientes de ajo, baño de miel y ándale al horno.
Hace siete años más o menos me cansé de esta costumbre y levante la idea de juntar el dinero de los regalos. En lugar de comprar un regalo para cada miembro de la familia, mejor compramos un regalo familiar, más significativo, lo que va a servir para todos. Casi me cambiaron con el pavo.
Pero soy necio. Logré encontrar la fórmula para ejecutar mi idea. Compré un regalo pequeño para cada niño, y un regalo grande para toda la familia. Un trampolín, de lo más grandes que encontré, con diámetro de casi cinco metros.
Fue un éxito del primer brinco. Kimah, que cumplió síes años en este navidad, fue lo más beneficiado. Cada día pasó horas jugando y brincando sobre la flexible maya negra de este invento.
La verdad es que cuando compré el trampolín, lo hice porque pensé que sería divertido. No me imaginaba su poder cómo una herramienta de ejercicio, y más, cómo una herramienta de sanación. Poco a poco, viendo el efecto sobre Kimah con los años, y experimentar el efecto sobre mi cuerpo, entendí su valor.
En nivel energético. Brincar sobre esa maya, refuerza la primera y la segunda chakra. En mis posts sobre las chakras se puede leer lo que significa. En nivel físico, el trampolín acelera la circulación de oxígeno en los tejidos, ayuda al piso pélvico de la mujer, aumenta la circulación linfático, ayuda a desarrollar respiración profundo, combate con la depresión, normaliza la presión arterial, estimula el metabolismo, promueve el tono muscular, aumenta la producción de los glóbulos rojos en la sangre y mejora los procesos de digestión.
El trampolín que compré hace 7 años se destruyó, gran parte por mi culpa. Un día soldé el barandal de mi cocina. Aun fue síes metros de distancia, las chispas penetraron el tejido de la maya y formaron un hoyo pequeño que no paro de expender. Hace tres meses me enteré que comprar solo la maya cuesta casi como comprar un trampolín nuevo, entonces lo regalé a mis trabajadores con la intención de comprar uno nuevo.
Por mi accidente, no lo hice, pero gracias a Di-s ya estoy regresando a la normalidad y lo primero que hice es reponer esta herramienta. Primero por mis hijos que estaban desesperados por tener lo, y segundo, por mi proceso de curación.
El trampolín llega en todos tamaños, se puede tener lo en un departamento, igual cómo en una casa con jardín. Si tienes hijos o nietos es buen pretexto para comprar uno, sin embargo, si se te importa tu propio salud, no es necesario el pretexto.
Hasta la próxima, Yaron.