Hola mundo.
Para la cena, mis peques me pidieron boloñesa. Amo cocinar la boloñesa porque es rápido y con mi receta secreta, muy nutritivo. Sin embargo, al abrir la puerta del refrigerador, me encontré con el lomo del salmón crudo, lo que se me quedó de la cena del ayer. Ayer en la noche cenamos sushi.
Nada de boloñesa anuncié en voz alto. Hoy vamos a cenar este lomo, lo que se nos quedó del ayer. Bueno, me respondió mi hijita, pero acompañado con puré de papas porfa, me pidió.
Cortando la cebolla para el puré de papas, recordé el viernes, cuando la compré en el mercado del Cuernavaca. Parece que me gusta comprar mis verduras en los mercados, porque hace 18 años, cuando llegué a México, igual compré mis verduras en el mercado. En el mercado del Taxco. Con una pequeña diferencia.
El viernes, compré pocas bolsas de verduras, que me costaron 215 pesos. Hace 18 años, con 50 pesos, compré tantas verduras, que ni las pude cargar. Tenía que ir dos veces al coche para llevar todo lo que compré por solo cincuenta pesitos.
El primer paso por un puré de papas exitoso, es freír lentamente una o dos cebollas bien picadas, hasta que no se puede más. Quiere decir, hasta que se vuelven bien, pero bien quemadas. Es un proceso largo y aburrido. Todo el tiempo tienes que dar vueltas a la cebolla, lo que me dejo tiempo para pensar. ¿Por qué los precios suben cada año?
Vamos tomar por ejemplo el gas natural. Es una cosa que así, como se sale de la tierra, se vende al cliente. No pasa ningún proceso en el camino de la tierra a tu estufa (Aparte de que se mescla con poco gas, lo que tiene olor, para que vayamos a saber cuándo hay una fuga). ¿Entonces? ¿Por qué su precio tiene que subir cada año?
Estoy moliendo pimienta negra directo encima de la cebolla en el sartén, diciéndome; no demasiado, no demasiado. Tanto me gusta la pimienta, que siempre me regañan mis clientes aquí, que estoy pasando de mano. La voy a dejar freír con la cebolla otros treinta segundos, apago el fuego y enfrié todo con media taza de leche. Con una espátula de silicón doy vueltas. La leche agarra color café obscuro por la cebolla, lo que va a pintar tan bonito el puré de papas.
Mientras estoy bañando el lomo del salmón con aceite de aguacate, para poner lo en el horno con rebanadas de jitomate, pimiento morrón y sal del mar, estoy pensando, que la verdad es que los precios no suben. Es solo una ilusión.
Lo que pasa en el mundo capitalista es muy simple. Cuando tú o yo necesitamos dinero, lo estamos consiguiendo con trabajo. Estamos convirtiendo nuestro tiempo, vendiendo parte de nuestra vida, por un pago. En la cadena que el dinero fluye, somos los últimos. En el camino, están los bancos, los países, y arriba de todos, está el estados unidos. Porque la economía mundial trabaja bajo el dólar del estado unidos. Y aquí está la diferencia. Cuando los países necesitan dinero, y estados unidos más de todos, no se van a trabajar como tú y yo. Lo imprimen.
Así que cada año, hay más dólares y otros billetes en el mercado. Por lo tanto, cada billete vale menos, y simplemente, necesitamos más billetes para comprar la misma cosa. Los precios no suben. Es solo, que con imprimir más dinero cada año, tú y yo tenemos que regalar más tiempo de nuestra vida, para conseguir más billetes, los que imprimen nuestros políticos que no le gustan la idea de trabajar.
A hora, que el salmón está en el horno, tengo 20 – 30 minutos para terminar mi puré y servir la cena. Las papas ya están cocidas. Muchas veces coso también un camote o un betabel para enriquecer el puré, pero me agarraron de sorpresa, así que hoy será solo con papas. Los aplasto con la cebolla, con un cachito generoso de mantequilla y algo de sal. Prendo el fuego de nuevo para que se quede bien caliente y pongo poco más leche para tener el puré en la textura que me gusta.
“vengan a poner la mesa pequeños monstros” estoy gritando para que me escuchen. Tengo que gritar porque están en el segundo piso y yo cocino con música obviamente.
Esas mecanismos de pirámides, cómo funciona el capitalismo con el dinero por ejemplo, tienen un reloj de arena, lo que se acaba en un punto. Hay un límite de que tanto se puede pedir a la gente vender su vida para compre una cebolla. Pero no se preocupen. Esos malditos tienen la solución. Cuando ya no se puede más, hacen una guerra mundial para resetear el proceso, voltear el reloj de arena y empezar de nuevo.
Terminando de cenar, mis hijos suben a lavar los dientes y entrar a las camas. Yo, limpiando el escenario, apagando la luz y con una taza de té estoy sentando en mi cocina abierta, volando de entre de los árboles en mi bosque,.
Pensando en mi país, en la guerra que empezó, no puedo parar de llorar.
Mis lágrimas. Muchas lágrimas.
Hasta la próxima, Yaron.