Hola mundo
Es casi las diez de la noche y curiosamente no estoy cansado, a empezar de que desperté hace poco más de dieciochos horas. Algo en rededor de las tres y media de la madrugada. Fue un día con golpes emocionales y parece que me afectó.
Hace dos horas, los perros de mi vecino mataron a mi gatita preciosa, la que tanto amaba. No fue culpa de nadie. Ella siguió mi otro vecino, lo que fue a visitar el con los perros. Ella no tiene miedo. Es cachorra. Entró directo para encontrar con su muerto. No fue instante. La recogí del piso. No tenía sangre. De afuera se vio completa pero del entro estaba toda rota. Murió en mis manos una hora después. Cachete sobre cachete, mis lágrimas mojaron su último respiro.
En la mañana leí en las noticias lo que pasó en Israel. Los terroristas del Lebanon lanzaron un misil a una cancha de futbol y mataron doce niños. Eso va a generar una respuesta fuerte del Israel, lo que va a dar más combustible a una guerra sin fin. Más y más van a morir.
Cómo puedo sufrir tanto por mi gatita, cuando doce familias nunca van a abrazar sus hijos otra mañana. Que pequeño es mi perdida, comparable a lo del ellos.
Porque no lloramos toda la humanidad juntos, todo el tiempo de una vez, para no llorar jamás.
Todo es nuestra perdida al fin.
Hasta la conciencia. Yaron.