Hola mundo
Tuve que llevar a mi hijo a la ciudad y obviamente lo hice con la moto. De regreso, la primera vez en este año, pasé en una tormenta seria. Pasando tres marías, se abrieron los portones del cielo. Imagínate cómo se siente un diluvio con gotas de tamaño jambo, cuando estas moviendo en velocidad ilegal, sentando expuesto en un caballo de metal.
El escenario es espectacular. Relámpagos constantes que cortan el cielo de arriba para abajo y te hacen ciego por un segundo. Truenos tremendos que vibran el aire de tus pulmones. En las palmas se siente los golpes de las gotas cómo si fueron miles de martillos atómicos. Gracias a los guantes se puede seguir rodar. Estoy activando las puñas calientes y abriendo poquito la mica de mi casco para poder ver mejor. Manejo con mucho cuidado en las curvas, intentando de localizar las zonas en el asfalto con agua estancada para evitar los.
Llegando a casa, bajo de la moto y tengo que estar parado un minuto para acostumbrar de nuevo a la tierra firma. Luego, salgo de mi traje impermeable como un serpiente que deja su piel viejo. Estoy totalmente seco, aparte de mis calcetines. Mis botas dejaron ser impermeables desde que el perro de mi vecino me los mordió mientras estuve manejado, casi llegando a casa.
En el mismo tiempo que entro a mi hogar, entran también mis dos pequeños que se quedaron cuando fui a la ciudad. Ellos al contrario de mí, están totalmente mojados y enlodados. Fueron al bosque a jugar en la lluvia. Lo que si tenemos en común esos niños y yo, es la sonrisa tan enorme, que solo las orejas paran. Estamos los tres en un éxtasi de emoción por lo que pasamos. Ellos en la lluvia jugando en el bosque y yo en mi primera tormenta del año.
Mientras los pongo a bañar con agua muy caliente, estoy recordando mi infancia. Cómo me gusto jugar en la lluvia. Creo que todos los niños pequeños aman eso. No les importa mojarse, ni el frio es un obstáculo. Recuérdate mi querido mundo. Estoy seguro que tú también lo disfrutaste en tu infancia.
Por una razón extraño, la mayoría pierden este gusto. Un niño grita de alegría brincando en los charcos mientras está lloviendo, y en el mismo tiempo, los adultos caminan con sus paraguas enojados y serios por este fenómeno tan gris y húmedo.
A mí, nunca se me pasó el gusto. Recuerdo que en la escuela, mientras mis compañeros fueron a jugar futbol, yo agarraba un palo y formé canales en la tierra para conectar charcos y ver cómo está moviendo el agua mientras estaba lloviendo. Hoy estoy en nivel más avanzado, jugando en las tormentas con 110 caballos de entre mis piernas.
Lo que cuento ahora con el agua es solo un ejemplo. Todos fuimos Peter pan como niños. Un día, sin dar cuenta, ya no estamos en el país de nunca jamás.
Creo que uno de los secretos de ser feliz, lo cual es el chiste en la vida, es poder mantener los gustos del país de nunca jamás. Esos gustos que hacen brillar los ojos de los niños, pueden seguir iluminar los ojo apagados de los adultos.
Se Peter pan. Nunca jamás es tarde.
Hasta la próxima Yaron.