El secreto de un demonio

hola mundo.

Una de las pocas cosas que nos hacen diferentes del reino animal, es el deseo de controlar el tiempo. Un animal, come cuando puede o cuando tiene hambre y vive atreves de sus instintos, sin programar nada a propósito. El humano por lo contrario, tiene la hora de comer, la hora de dormir, se pone despertador y citas en el día. De hecho, la definición de inteligencia lógica (en mi opinión), es el poder de planear más lejos en el vector del tiempo.   

Es muy paradoxal ver como la naturaleza, que no planea ni un segundo adelante, funciona a la perfección, mientras el pero miedo del humano es no saber que va a pasar mañana. Conozco personas que están obsesivos con su agenda, tienen que saber exacto lo que va a pasar lo más lejos que se pueden programar, para sentir que están en control y ser felices.  

Es por eso, que el reloj fue parte de nuestra vida desde siempre. Yo, desde muy joven y hasta mi primer celular, tenía mi reloj puesto. Digo mi primer celular, porque en la pantalla de cualquier celular esta la cara del gran demonio – el reloj.

Cuando el reloj se conquisto la pantalla, estuve seguro que eso va hacer el fin de las fábricas de los relojes, igual como paso con el negativo y las cameras digital. Para que necesitas un reloj físico, una molestia en el brazo, cuando lo tienes en todos lados, especialmente en la pantalla de tu celular, además, absolutamente preciso y sincronizado con el resto del mundo. Se cambia el horario solo y tiene todos y mas funcionamientos de lo que tiene un reloj estándar.

Yo, feliz de mi vida, quite la pulsera del viejo tiktok para recuperar mi brazo del demonio y se sintió muy rico. Por mi sorpresa, las tiendas de los relojes, no solo que no se desaparecieron, se multiplicaron. Es que con mi inocencia, no tome en cuenta el poder inmenso del demonio. El, puso en uso otra diferencia que tenemos con el reino animal – la vanidad. Con nueva tecnología y maquinaria, hoy día se fabrican con mucha facilidad relojes de infinito diseños, colores, tamaños, y en toda la gama de precios, así que la gente siguen usando la pulsera relojera, a hora no por necesidad, si no, por vanidad.

Hace unas semanas entré a los ajustes de mi celular y abrí un aplicación que se llama bienestar. Esta aplicación me rebeló la cantidad de tiempo que estoy pasando cada día con mi compañero de vida. Me quedé traumado. Ni en la época del televisión gasté tanto de mi vida en frente de una pantalla. No, eso no puede seguir pensé y empecé a buscar maneras de reducir esta verguenza.

Aplique varias técnicas, como poner horarios para el celular, cerrar sesión en facebook cuando ya lo vi en la mañana y mas, pero el paso más importante que aplique, fue, ir y conseguir un viejo reloj, castigar mi brazo de nuevo para no necesitar sacar el celular cada rato y ver la hora. Un acto que abre el paso para  ver pen—das.

El reloj es un gran demonio.  Para las personas que lo quieren en el brazo, se da la  opción de llevar hasta allá la pantalla.  Los llaman relojes inteligentes.

Yo conseguí un reloj tonto. Prefiero dejar la inteligencia para mí y para el demonio.

Hasta la próxima, Yaron.