El secreto del 80%

Hola mundo

“el coche de tu ex está listo” me avisó Víctor el mecánico, en la noche. Acostado en la cama pensé, el taller está a 23 km de mi casa. El transporte público para llegar a Jiutepec es complicado, así que en mi mente se penduló de entre las dos opciones: taxi o bicicleta, taxi o bicicleta, taxi o bicicleta.

Obviamente, la bicicleta ganó y a las ocho de la siguiente mañana, después dos cafés, subí a mi bici la primera vez después de mi accidente. Sabía que estoy tomando riesgo. Todavía me duele la muñeca en las noches y despierto con dedos hinchados cómo salchichas, lo cual me cuesta media hora para drenár. A veces pienso que nunca se van a recuperar, pero luego recuerdo quien soy y me calmo.

No es la primera vez que la bicicleta toma el lugar de la protagonista en mi blog. La última vez que la mencioné, fue por su poder cómo un instrumento de meditación. Sin embargo, hoy, gracias a mi estado, descubrí otro lado maravilloso de la magia en dos ruedas.

Saliendo de mi bosque, me encuentro con una carretera de 5 kilómetros de largo, una bajada fuerte con muchas curvas, los que abrazan un paisaje precioso de naturaleza fuerte, pintada con casitas bonitas. Eso fue fácil de rodar. Pero cuando empecé los planos que siguen rumbo a Cuernavaca, noté que no puedo manejar la bicicleta cómo siempre, porque al forzarme, se sube mi presión de sangre y eso se genera un dolor insoportable en mi muñeca. Así que tenía que usar 80 por ciento de mi fuerza. En esa manera respiré tranquilo y mi presión de sangre se quedó en rangos normales, lo que me resultó de no tener dolores fuertes.

Nunca antes manejaba la bicicleta así de “paseo”, siempre estoy intentando de usar toda mi fuerza, primero porque lo veo cómo un ejercicio físico, y segundo, simplemente así me gusta. Al usar la bici en modo tranquilo, descubrí un mundo totalmente nuevo. De repente tuve tiempo de mirar el paisaje y disfrutar lo. Tuve tiempo de observar los lados de la carretera, llenan de basura y cosas que la gente tira de sus ventanas. Pude saludar a las personas que caminaban porque mi aliento lo permitió, hasta bromeé con un vaquero, diciendo lo cómo sus vacas conocen solo el camino. Paré a tomar un extracto de verduras en un puesto en el camino, porque sí.

Llegué a mi destino feliz, tranquilo y con muchos recuerdos del camino, algo que antes no lo tenía.

Manejando el coche de regreso a casa pensé, que bajan la velocidad a 80% da mucho beneficio, no solo con la bicicleta, si no, en la vida entera. Si caminas poco más lento o manejas tu coche sin prisa, quizá vas a perder poco tiempo, pero vas a ganar mucho salud.

vive tranquilo.

Hasta la próxima, Yaron.